PUBLICADO EN EL TELEGRAFO
Después de cinco años Paysandú volvió a coronarse campeón del Torneo del Litoral Norte. Se dio el gusto de festejar de local, y no solo colgarse el mote de mejor del fútbol de la región, sino también de obtener la clasificación a la próxima fase de la Copa Nacional de Selecciones de OFI.
Pero dicen que a veces la felicidad no puede ser completa. Y la selección no exteriorizó demasiado la satisfacción de haber logrado un ansiado título.
Es que, más allá de que alcanzaba un empate ante Artigas para poder dar la vuelta olímpica, el objetivo era una victoria. Era poder demostrarle a la gente que se puede soñar, que se está en condiciones de apostar a la esperanza de pisar varios escalones más arriba de lo que se ha estado en los últimos años dentro del concierto del fútbol del Interior.
Pero no hubo caso. La Blanca debió conformarse con un 2 a 2 que puso nerviosos tanto a los jugadores adentro de la cancha, como afuera a los hinchas que llegaron a alentar al equipo. Tanto, que el equipo de Ramón Silvera llegó a estar abajo en el tanteador pese a contar con dos hombres de más en la cancha.
Paysandú fue campeón. Y merecidamente. Pero la selección siente que no terminó de convencer. Por eso el plantel no tuvo un festejo desenfrenado, al punto que tuvieron que solicitar la presencia de los jugadores para entregarles la copa. Y tampoco hubo vuelta olímpica. Apenas si los futbolistas salieron rumbo a la Tribuna Norte para ofrendar tímidamente el trofeo a los hinchas.
Es que ni los jugadores se explican por qué sufren tanto en casa. Nadie entiende por qué afuera han logrado resultados positivos y han tenido minutos de excelente rendimiento, y el Estadio Artigas les pesa tanto. Demasiado.
Anoche, sin ir más lejos, la Blanca volvió a sufrir como le sucedió una semana atrás frente a Tacuarembó. Y nuevamente en forma innecesaria. Porque salió decidida a controlar el partido, la pelota, e intentar tocar para darle profundidad al equipo. Y le faltó lo último.
Pese a ello, Paysandú tuvo dos o tres chances (incluyendo una tijera de Parodi a poco de iniciar el partido, que terminó en gol pero fue anulado por fuera de juego) que no concretó. Pero, como contrapartida, el local no se mostró firme en el fondo cada vez que Artigas se decidió a aprovechar los espacios que en la mitad de la cancha y con el paso de los minutos, comenzó a dejar Paysandú.
Patritti parecía darle tranquilidad a la Blanca con un golazo de media distancia, pero nada estuvo más lejos de la realidad. Alvez pagó con otro golazo de iguales características y pese a que la visita se vería con un hombre de menos a poco de terminar el primer tiempo, y con dos en los primeros minutos del complemento, Paysandú nunca lo supo aprovechar. El equipo se apagó, perdió todo control del partido. Y De Souza, para colmo, marcaba de cabeza tras un tiro libre ante la pasividad defensiva del local.
Era un balde de agua fría más allá de que el título no corría riesgo, porque Rivera perdía en su visita a Tacuarembó y no podía alcanzar a los sanduceros.
Pero Paysandú tuvo que verse con el agua al cuello para reaccionar. Patritti anotó un golazo y la Blanca desperdició luego no menos de cuatro chances de gol. Igualmente, más allá del empate que en definitiva es lo que vale ya que le permitió alcanzar el primer objetivo que era el título, nadie terminó convencido. Ni los jugadores ni la gente. Y eso, en definitiva, hasta es saludable. Porque el plantel sabe que puede dar mucho más. Y deberá hacerlo, porque de aquí en más no tendrá margen de error.
STB
Pero dicen que a veces la felicidad no puede ser completa. Y la selección no exteriorizó demasiado la satisfacción de haber logrado un ansiado título.
Es que, más allá de que alcanzaba un empate ante Artigas para poder dar la vuelta olímpica, el objetivo era una victoria. Era poder demostrarle a la gente que se puede soñar, que se está en condiciones de apostar a la esperanza de pisar varios escalones más arriba de lo que se ha estado en los últimos años dentro del concierto del fútbol del Interior.
Pero no hubo caso. La Blanca debió conformarse con un 2 a 2 que puso nerviosos tanto a los jugadores adentro de la cancha, como afuera a los hinchas que llegaron a alentar al equipo. Tanto, que el equipo de Ramón Silvera llegó a estar abajo en el tanteador pese a contar con dos hombres de más en la cancha.
Paysandú fue campeón. Y merecidamente. Pero la selección siente que no terminó de convencer. Por eso el plantel no tuvo un festejo desenfrenado, al punto que tuvieron que solicitar la presencia de los jugadores para entregarles la copa. Y tampoco hubo vuelta olímpica. Apenas si los futbolistas salieron rumbo a la Tribuna Norte para ofrendar tímidamente el trofeo a los hinchas.
Es que ni los jugadores se explican por qué sufren tanto en casa. Nadie entiende por qué afuera han logrado resultados positivos y han tenido minutos de excelente rendimiento, y el Estadio Artigas les pesa tanto. Demasiado.
Anoche, sin ir más lejos, la Blanca volvió a sufrir como le sucedió una semana atrás frente a Tacuarembó. Y nuevamente en forma innecesaria. Porque salió decidida a controlar el partido, la pelota, e intentar tocar para darle profundidad al equipo. Y le faltó lo último.
Pese a ello, Paysandú tuvo dos o tres chances (incluyendo una tijera de Parodi a poco de iniciar el partido, que terminó en gol pero fue anulado por fuera de juego) que no concretó. Pero, como contrapartida, el local no se mostró firme en el fondo cada vez que Artigas se decidió a aprovechar los espacios que en la mitad de la cancha y con el paso de los minutos, comenzó a dejar Paysandú.
Patritti parecía darle tranquilidad a la Blanca con un golazo de media distancia, pero nada estuvo más lejos de la realidad. Alvez pagó con otro golazo de iguales características y pese a que la visita se vería con un hombre de menos a poco de terminar el primer tiempo, y con dos en los primeros minutos del complemento, Paysandú nunca lo supo aprovechar. El equipo se apagó, perdió todo control del partido. Y De Souza, para colmo, marcaba de cabeza tras un tiro libre ante la pasividad defensiva del local.
Era un balde de agua fría más allá de que el título no corría riesgo, porque Rivera perdía en su visita a Tacuarembó y no podía alcanzar a los sanduceros.
Pero Paysandú tuvo que verse con el agua al cuello para reaccionar. Patritti anotó un golazo y la Blanca desperdició luego no menos de cuatro chances de gol. Igualmente, más allá del empate que en definitiva es lo que vale ya que le permitió alcanzar el primer objetivo que era el título, nadie terminó convencido. Ni los jugadores ni la gente. Y eso, en definitiva, hasta es saludable. Porque el plantel sabe que puede dar mucho más. Y deberá hacerlo, porque de aquí en más no tendrá margen de error.
STB
Texto y fotos de El Telegrafo
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