martes, 7 de febrero de 2012
Sobre el campeonato del sur y las históricas goleadas
Ocho a cero. Alguien tiene que decir basta. 8 a 0.
Publicado por Dino Capelli de Punto & Aparte de Sarandí Grande
Cada paso que se da en el Campeonato del Sur nos pone, me pone, en inferioridad de condiciones al momento de conversar de fútbol con cualquier colega o persona del país.
Lo último que recuerdo como competencia deportiva pareja, en la cual participamos de igual a igual, se dio con aquella increíble idea del Profesor Edgard De María del torneo regional de selecciones. Fue lo último. Y mi último y gran recuerdo es para Ricardito, Catula, Colman y muchos otros jóvenes de la ciudad que se consagraron campeones a nivel regional, en el torneo del Sur.
En aquel entonces, con la camiseta roja con listones blanco y azul vertical, se competía de igual a igual. Y lo mismo pensaban Las Piedras, Sarandí del Yí, San Ramón, la Liga Agraria de Flores, Liga Unión.
Luego nos convertimos en Florida Interior, y dejamos de tener posibilidades ciertas. Porque no podemos engañarnos con aquel sueño esporádico, aquella excepción que marcó la regla. Porque entonces un alto porcentaje del combinado era de Durazno, inclusive el cuerpo técnico. Antes y después, nada.
Y esto viene a colación del último y más penoso episodio cosechado por la Uliff, el miércoles último ante San José. Ocho a cero. 8 a 0. En letras o en números, es una lástima.
No hay necesidad, mas allá del ánimo de competir que todos tenemos (y me incluyo como deportista y como periodista y como sarandiense), de pasar estas vergüenzas. De ser la más pálida cenicienta del torneo. Hicimos historia de la mala, y no tuvimos siquiera la sapiencia de no terminar el partido, de lesionarnos un par de jugadores luego de los cambios, de arrimarle una pata al josefino que “pizarreó” pisando la pelota sobre la banda. Nos gritaron “ole, ole” en la cara, y no tuvimos ni un poco de orgullo para –al menos- que los ganadores respetaran los códigos nunca escritos de “no pizarrear”.
Esto no es tema de jugadores. Al momento de las decisiones, cuando las capitales nos meten en la misma bolsa, hay que saber decir que no. Pero el lobby se debe realizar antes, en conversaciones y reuniones con Sarandí del Yí (al cual le hacen de 6 y de 7 goles), con Paso de los Toros (que arranca bien pero después se come 4 con Flores que iba último) y con el propio San José Interior, cuya realidad anual no es esta mentira de 23 pases desde Montevideo y San José de Mayo para afrontar este torneo.
Es en el año, y no en diciembre, cuando se debe decir que no. Cuando hay que plantarse y proponer hasta el hartazgo que los sectores interior deben enfrentarse entre sí, y el mejor luego juzgar su poderío ante las capitales. Como sucede en el Este, donde Río Branco, Chuy, Cerro Chato, Nico Pérez primero dirimen entre sí, y allí no hay goleadas abultadas. El mejor, avanza a semifinales con uno de los peores sectores capital. Y allí es otro cantar.
Pero para ello hay que recuperar peso político. Y se debe empezar por decidir que es Uliff. Si solamente es el salario de un secretario rentado invisible, si es solamente el paso mensual de los clubes.
Porque esto es por plata. Desde los comercios que colaboran, desde los técnicos que cobran, desde los pasajes que se abonan a los jugadores, desde los anunciantes de las radios hasta los que pintaron las tribunas. Desde el dinero que surge del Municipio para acondicionar el estadio hasta los que juntan de a peso para pagar su entrada. Porque no olvidemos que seguimos siendo, pese a todo, el lugar donde más público abona su ticket. Más de 600 entradas vendidas en los encuentros. Muchos sarandienses que siguen al combinado de visitante.
Por eso merecemos, todos (desde el dirigente más anónimo a los jugadores, la parcialidad, los relatores, los anunciantes) un poco más de respeto cuando se nos empareja con Durazno, Florida, Flores, San José, Colonia, Canelones. Alguien tiene que decir basta, y ese alguien debe ser un dirigente que se plante en el momento adecuado, y no en diciembre cuando se cocinan las últimas habas.
Dino Cappelli
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