En su ciclo, el Maestro Tabárez desarrolló una selección con una filosofía totalmente opuesta a los vicios diarios del fútbol uruguayo. No mantener el proceso sería dar un paso atrás
Escribe Sebastián Amaya
Si antes del Mundial alguien decía que Uruguay iba a terminar entre los cuatro mejores lo tildarían de loco o iluso. Solo Gorzy lo dijo, pero creo que ni sus hijos tendrían su misma convicción. Paso a paso, la selección fue ganando y logró lo que para muchos fue un milagro, estar en las semifinales y pelear el tercer puesto, algo que no se lograba desde México 1970, exactamente 40 años atrás.
Lo obtenido es un premio a lo realizado por el Maestro Tabárez –quien tampoco se esperaba llegar a esta instancia- y sus jugadores. Todo comenzó en 2006, cuatro años atrás, y para vivir esta realidad hubo que realizar un lavado de cara al concepto de selección.
Tabárez planteó un proyecto a largo plazo, con una matriz de juego desde la mayor hasta en los juveniles. Ahí se empezaron a ver los primeros frutos, ya que todas las categorías inferiores logaron clasificar a sus respectivos mundiales. Y de ellas llegaron jugadores a Sudáfrica, como Suárez, Cavani, Cáceres y Lodeiro.
A nivel mayor, el DT fue puliendo el plantel, citando a los que realmente quisieron jugar y dejando de lado a quienes se negaron -como el Pollo Olivera, quien nunca atendió el primer llamado- o a aquellos que prefirieron dar un paso al costado por diferencias –como Mario Regueiro-, o por demasiada presión –como el Canario Pablo García-.
Así logró formar un grupo que demostró estar cohesionado, con un objetivo común y con ganas de vestir la celeste. Lugano, Forlán, Ruso Pérez, Scotti y Abreu fueron los referentes del plantel y quienes guiaron a los demás.
El Maestro también tuvo que luchar contra viejos vicios de la AUF, como el caso Rocamora o las veces en que su –por aquel entonces- elevado sueldo fue cuestionado, entre otras cuestiones. Pero supo aguantar y se mantuvo firme, mientras que por las oficinas de la calle Guayabo pasaron varios presidentes.
Otra virtud fue la proyección del Complejo Uruguay Celeste como la concentración de las selecciones. El lugar se convirtió definitivamente en la casa de los jugadores, una fortaleza ajena a todos los problemas que enturbian el fútbol local. Recuerdo la primera vez que tuve que entrevistar a Tabárez y fue él el encargado de mostrarnos las refacciones que se estaban realizando. Lo hizo con mucho entusiasmo, comprensible si se tiene en cuenta que ése era su lugar de trabajo de lunes a viernes, ya sea con las inferiores o preparando los partidos de Eliminatorias.
A nivel de juego, cuando asumió el entrenador había dicho que su sistema iba a ser el 4-3-3 pero luego fue variando al 4-4-2 y 3-5-2, como utilizó en Sudáfrica. Acá ya entran preferencias personales para opinar y cuestiones de gusto. Quizás debió ser un poco más ofensivo en algunos encuentros, o no demorar tanto los cambios, pero con su idea llegó a estar entre los cuatro mejores.
Ahora, pensando en el futuro y en la continuidad de este ciclo, considero que no mantener esta filosofía impuesta por el Maestro sería echar a perder cuatro años de trabajos y regresar a épocas turbias y de jugadores con caras largas.
Tabárez dijo tener las fuerzas para seguir en el cargo y quiere estar en ese puesto y no como coordinador o manager. Los clubes y los dirigentes de la AUF tendrán que definir: dar otro paso adelante o retroceder.
Por Sebastián Periodista de Observa.com
Si antes del Mundial alguien decía que Uruguay iba a terminar entre los cuatro mejores lo tildarían de loco o iluso. Solo Gorzy lo dijo, pero creo que ni sus hijos tendrían su misma convicción. Paso a paso, la selección fue ganando y logró lo que para muchos fue un milagro, estar en las semifinales y pelear el tercer puesto, algo que no se lograba desde México 1970, exactamente 40 años atrás.
Lo obtenido es un premio a lo realizado por el Maestro Tabárez –quien tampoco se esperaba llegar a esta instancia- y sus jugadores. Todo comenzó en 2006, cuatro años atrás, y para vivir esta realidad hubo que realizar un lavado de cara al concepto de selección.
Tabárez planteó un proyecto a largo plazo, con una matriz de juego desde la mayor hasta en los juveniles. Ahí se empezaron a ver los primeros frutos, ya que todas las categorías inferiores logaron clasificar a sus respectivos mundiales. Y de ellas llegaron jugadores a Sudáfrica, como Suárez, Cavani, Cáceres y Lodeiro.
A nivel mayor, el DT fue puliendo el plantel, citando a los que realmente quisieron jugar y dejando de lado a quienes se negaron -como el Pollo Olivera, quien nunca atendió el primer llamado- o a aquellos que prefirieron dar un paso al costado por diferencias –como Mario Regueiro-, o por demasiada presión –como el Canario Pablo García-.
Así logró formar un grupo que demostró estar cohesionado, con un objetivo común y con ganas de vestir la celeste. Lugano, Forlán, Ruso Pérez, Scotti y Abreu fueron los referentes del plantel y quienes guiaron a los demás.
El Maestro también tuvo que luchar contra viejos vicios de la AUF, como el caso Rocamora o las veces en que su –por aquel entonces- elevado sueldo fue cuestionado, entre otras cuestiones. Pero supo aguantar y se mantuvo firme, mientras que por las oficinas de la calle Guayabo pasaron varios presidentes.
Otra virtud fue la proyección del Complejo Uruguay Celeste como la concentración de las selecciones. El lugar se convirtió definitivamente en la casa de los jugadores, una fortaleza ajena a todos los problemas que enturbian el fútbol local. Recuerdo la primera vez que tuve que entrevistar a Tabárez y fue él el encargado de mostrarnos las refacciones que se estaban realizando. Lo hizo con mucho entusiasmo, comprensible si se tiene en cuenta que ése era su lugar de trabajo de lunes a viernes, ya sea con las inferiores o preparando los partidos de Eliminatorias.
A nivel de juego, cuando asumió el entrenador había dicho que su sistema iba a ser el 4-3-3 pero luego fue variando al 4-4-2 y 3-5-2, como utilizó en Sudáfrica. Acá ya entran preferencias personales para opinar y cuestiones de gusto. Quizás debió ser un poco más ofensivo en algunos encuentros, o no demorar tanto los cambios, pero con su idea llegó a estar entre los cuatro mejores.
Ahora, pensando en el futuro y en la continuidad de este ciclo, considero que no mantener esta filosofía impuesta por el Maestro sería echar a perder cuatro años de trabajos y regresar a épocas turbias y de jugadores con caras largas.
Tabárez dijo tener las fuerzas para seguir en el cargo y quiere estar en ese puesto y no como coordinador o manager. Los clubes y los dirigentes de la AUF tendrán que definir: dar otro paso adelante o retroceder.
Por Sebastián Periodista de Observa.com
Foto Observa.com
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